Las primeras dos derrotas de la sub 20 han sido un cruel golpe para Sixto Vizuete, quien necesitaba desesperadamente del éxito en el torneo juvenil para obtener credibilidad de cara a la Copa América. No se le pedían triunfos arrolladores (no tenemos equipo ni escuelas para soñar con eso) ni la aparición de Messis o Neymares, pero sí se deseaba ver un nivel de juego y evidencia para demostrar que podía comandar a ese costal de egos que se llama Tricolor. Falló.
Fuertemente cuestionado por figuras como Alex Aguinaga, Agustín Delgado y Jefferson Montero, que incluso pusieron en duda su jerarquía, lo peor que le podía pasar a Vizuete era justamente esto, que Argentina le clavara cinco goles en menos de un suspiro y que Perú fuera superior tanto en la cancha como en el espíritu. Si la jerarquía se mide en la capacidad de respuesta ante la adversidad, pues queda claro que eso no hubo esta vez.
La credibilidad de Vizuete ha terminado afectada pues ha fallado en lo que se supone es su especialidad, las formativas, aunque es verdad que hay temas de fondo que escapan al entrenador. No obstante, Vizuete esta vez lo lideró todo, escogió a los jugadores y planificó la táctica y la estrategia. Es verdad que le faltaron Gruezo y González, baluartes en su esquema, pero otros equipos también llegaron con bajas. No hay excusas para que lo que se ha visto.
La idea era que Vizuete encabezara una renovación de la Tricolor hasta las eliminatorias y que la Copa América fuera su graduación, una especie de PhD para seguir en las eliminatorias. Pero quizás lo máximo que Vizuete podía ofrecer era una transición ordenada, una licenciatura en que se podaran algunos nombres y se agregaran otros en determinados amistosos, y nada más. A estas alturas, lo mejor sería que otro entrenador planifique la Copa América y las eliminatorias, que serán las más complicadas desde el 2002.