Durante la premiación del Mundial Rusia 2018, una torrencial lluvia cayó en la cancha del estadio de Luzhniki. Foto: AFP
Francia ya le había marcado cuatro goles a Croacia y esperaba recibir la Copa del Mundo para alzarla por segunda vez en su historia cuando una intensa lluvia invadió el Estadio Olímpico Luzhnikí.
En el pasillo de personas que debían entregar las medallas a los campeones y subcampeones del Mundial se encontraban Gianni Infantino, presidente de la FIFA, Emmanuel Macron, presidente de Francia y Kolinda Grabar–Kitarović, presidente Croacia, entre otros dirigentes.
Lo curioso fue que el único que recibió protección de la torrencial lluvia fue el máximo funcionario del Gobierno ruso, quien tuvo detrás a un hombre con paraguas que lo amparó de la tormenta que cayó en la ceremonia de premiación del domingo 15 de julio del 2018.
Las cámaras captaron el momento en el que, en medio de una fuerte lluvia, solo el presidente ruso, Vladimir Putin, era quien contaba con la protección de un paraguas, mientras el presidente de la FIFA, Giani Infantino; el primer mandatario de Francia, Emmanuel Macron y la presidenta de Croacia, Kolinda Grabar-Kitarovic se mojaban por el temporal. Foto: AFP
Las imágenes de Putin con paraguas mientras el resto de los dirigentes y funcionarios se mojaba se hizo viral y las redes sociales estallaron de risa.
Putin había estado presente en el partido inaugural, que fue triunfo por 5-0 de del seleccionado ruso ante Arabia Saudita, y vivió la final desde un palco junto a Infantino, Macron y Grabar-Kitarović, quienes asistieron al histórico encuentro con pasión.
Solo minutos después de que ya se encontraban mojados, Giani Infantino; Emmanuel Macron y Kolinda Grabar-Kitarovic recibieron la protección de los paraguas frente a la fuerte lluvia que cayó durante la premiación del ganador del Mundial. En la imagen, Vladimir Putin luce impecable. Foto: AFP
Un anfitrión elogiado
El campeón del Mundial puede ser Francia, pero el auténtico ganador es el presidente ruso, Vladímir Putin. Nunca antes el líder de un país había salido tan reforzado tras la mayor fiesta del fútbol.
“Estamos verdaderamente contentos de que saliera bien, de que hayamos logrado unir a millones de personas en torno al fútbol”, dijo Putin en un mensaje de despedida durante una ceremonia en el Teatro Bolshói.
Tras la ceremonia de premiación, la presidenta de Croacia, Kolinda Grabar-Kitarovic lucía empapada, a diferencia de los demás mandatarios que participaron en la gala. Foto: EFE
Putin tiene motivos para la euforia. Antes de viajar a Helsinki para la cumbre con el presidente de EE.UU., Donald Trump, con los deberes hechos. Rusia demostró al mundo que puede organizar un evento internacional al mismo nivel que China o un país occidental.
De hecho, lo primero que hizo Trump fue felicitarle por organizar “uno de los mejores Mundiales de la historia”.
Los agoreros habían pronosticado una Copa Mundial de caras largas, arbitrariedad policial y violentos altercados con los hinchas rusos, conocidos por ser los nuevos “hooligan” del fútbol mundial.
Pero nada más lejos de la realidad. El Kremlin estaba advertido. No hubo ni un solo incidente reseñable en todo el torneo. La única mancha fue la breve invasión del campo en la final por parte de cuatro miembros del grupo radical Pussy Riot, conocido por su oposición a Putin.
Ni siquiera el diluvio universal que cayó sobre Moscú durante el partido aguó la fiesta. Dirigentes, jugadores y aficionados alabaron efusivamente la organización del Mundial por parte de Rusia, especialmente en comparación con Brasil o Sudáfrica.
Putin había recibido un espaldarazo con los Juegos Olímpicos de Sochi 2014, pero las acusaciones de dopaje arrebataron a Rusia la victoria en el medallero. El deporte ruso aún no se ha recuperado del revés. Rusia necesitaba una segunda oportunidad y el Mundial se la dio.
Puede ser que la estatua de Lenin presida el estadio Luzhnikí, pero la URSS murió hace más de un cuarto de siglo. Los estadios son los mejores de Europa, la policía derrochó amabilidad, las calles estaban impecablemente limpias y no había el menor peligro de pasear de noche por las calles de las once ciudades mundialistas.
“Estamos encantados de que nuestros invitados lo vieran con sus propios ojos, que superaran mitos y prejuicios”, comentó el presidente.
Putin no quiso acaparar toda la atención y se mantuvo en un discreto segundo plano. Solo acudió al partido inaugural y a la final. Pero nadie duda de que el Mundial es una medalla que se colgará el jefe del Kremlin.
Al líder ruso no le gusta el fútbol, pero el Mundial era un proyecto hecho a medida para que Putin pueda cumplir sus planes de convertir a Rusia en un país moderno.