Dusan Draskovic observa la copia de la portada de la sección Deportes de EL COMERCIO del 28 de abril de 1988, el día después de su primer partido como técnico de Ecuador.
“¿Me la puedo quedar? Es que no la tenía”, pide el técnico, que en junio de este año cumplirá 74 años, 25 de los cuales ha vivido en nuestro país.
No dobla la hoja que registra el día de su primer contacto con el fútbol ecuatoriano. Repara en la fotografía de la portada, un salto de Byron Tenorio que sirvió para anotar el primer gol de aquel encuentro que, finalmente acabaría igualado 2-2 con Botafogo de Río de Janeiro, en el estadio Atahualpa.
Mirar ese detalle hace que este economista, que hace poco más de un mes obtuvo la nacionalidad ecuatoriana, evoque detalles, recuerdos, personajes de aquellas épocas (1988-1993) en que condujo a la Tricolor hacia la ruta del crecimiento deportivo.
Cuando llegó a Ecuador, ¿pensó en quedarse 25 años?
No. Inicialmente pensaba solamente cumplir los 22 meses de mi contrato que firmé al comienzo…
¿Qué lo trajo acá?
El pedido de la Federación Yugoslava. Existía una gran relación entre ambos países, acá en Quito había una Embajada muy linda, además los barcos transoceánicos de todos los exportadores ecuatorianos eran armados en Croacia. Por eso la Ecuatoriana, con gente como Jorge Machado, Carlos Coello, Patricio Torres, hizo un pedido en la UEFA para dotar a Ecuador de un técnico de allá.
¿De quién salió que tenía que ser yugoslavo?
Carlos Coello lo quería así. Tenía una gran impresión del trabajo que nosotros hicimos en Colombia, en los años setenta. Allá primero fuimos nosotros, luego los argentinos como Zubeldía.
¿Cómo lo contactaron?
Miljan Miljanic, el ex DT del Real Madrid, era el presidente de la Federación Yugoeslava y respondió el pedido. Se analizó una candidatura de cada una de las seis repúblicas que formaban el país. Serbia, de donde yo soy, no envió mi nombre, porque yo no estaba interesado. Al final, ninguno de esos técnicos cumplía los requisitos.
Y ahí le llegó su turno…
Me llamaron y me pidieron que ayudara. Dieron mi nombre, mi currículo y Coello acepta, aunque nunca me vio en su vida. Yo, en esa época, era el técnico mejor pagado en Yugoslavia, venía de ganar mucho dinero en Emiratos Árabes.
¿Cómo fueron las primeras horas que vivió acá?
Vine sin hablar mucho español. A Coello le dije: “No firmamos contrato, me quedo una semana, dos semanas, si no convenzo, no me pagan ni el hotel ni el pasaje y vuelvo”. Pasó una semana, me fueron conociendo, fue fácil entenderme con Juan Araujo, el técnico de la Sub-20, con quien hablábamos en inglés, y firmé el contrato.
¿Fue complicado arreglarse con el idioma?
Aprender fue fácil. La gente ecuatoriana es maravillosa, nadie se ofende si pronuncias mal, te corrigen con cariño y en tres semanas ya estaba hablando. Además, como antes de llegar acá quería irme a España, algo ya conocía.
Futbolísticamente, ¿cuál fue la primera impresión?
Excelente. Al día siguiente de llegar, miré mi primer partido. Fue en Milagro, Filanbanco-El Nacional, entre ambos equipos había un solo futbolista extranjero. Luis Grimaldi, anterior DT de Ecuador, había dejado un informe completo, jugador por jugador, pero no lo leí, no quería dejarme influenciar por nadie. Prefería hacerme mi propia opinión. Luego, vine a Quito y observé dos partidos en el Atahualpa, pese a que me afectó la altitud.
¿Qué conclusión inicial sacó?
Veía los partidos del torneo local, hacía mis anotaciones y excluía a los extranjeros, a ellos no los veía. Me preguntaron y dije “me parecen todos jugadores muy serios”.
¿Cómo enfrentó ese debut amistoso con Botafogo?
No había entrenado para ese partido. Observé jugadores e hice pruebas físicas. El partido fue un mes después de mi arribo y convoqué solamente jugadores de la Sierra, salvo unos pocos de Guayaquil, como Carlos Morales, Hólger Quiñónez. Hicimos un solo trabajo, el día antes, en Pomasqui. Fue curioso, tocó esperar dos horas y media para la práctica, porque Liga no terminaba. Y, aparte, justo llegó Botafogo y vio todo nuestro entrenamiento.
¿Se entendieron rápido?
Sí, fue como si hubiéramos trabajado un año completo. Y cualquier cosa que no entendían los jugadores, Juan Araujo me ayudaba. Antes del partido, dibujé los conceptos en la pizarra, 24 gráficos con movimientos, y el equipo funcionó como un reloj en la cancha.
¿Cómo fue recibido por los jugadores?
Fabuloso, con todos, ellos saben que yo jamás presionaba, siempre bromeábamos. Y con el público fue igual, una gran aceptación, siempre me sentí bien.
El primer desafío competitivo fue la Copa América de Brasil 1989, ¿tuvo igual recepción en ese trance?
Fuimos con el mismo equipo de la eliminatoria para Italia 90. Dije que la Copa América nos servía para acoplarnos para enfrentar a Colombia y Paraguay. Y enseguida de la prensa pidieron “saquen a ese balcánico bruto”, porque según ellos había ofendido al torneo, no le había dado importancia. Pero siempre tuve en la FEF un equipo de dirigentes de primera y ellos siempre me apoyaron.
¿Cómo manejó la convivencia, la disciplina entonces?
Jamás presionamos, menos en el día del partido. No creamos mal ambiente dentro de los jugadores, busqué preparar la atmósfera para que ellos crean que valen lo que verdaderamente valían. Y así le ganamos a Uruguay, campeón vigente del torneo, y empatamos con Argentina, campeón del mundo.
¿Qué le gustó de esa primera experiencia?
Ese equipo interpretó mucho de mi pensamiento futbolístico. Cuando jugamos con Argentina, di la charla y, al final, Raúl Avilés me pregunta cómo íbamos a marcar a Maradona. Le dije “¡ah!, ¿y Maradona juega? Él no me interesa, me interesa que juegan ustedes, entendieron?” Y noté cómo ganaban en confianza.
¿Cómo fueron sus renovaciones de contrato con la FEF, la primera, en 1989 y la segunda en 1991?
La primera vez, luego de la eliminatoria 1989, renové porque sentí una responsabilidad, no tenía coraje de poner un técnico en las menores y yo ver las cosas de arriba. Fui el único de toda América en estar en el banco de todas las selecciones. La segunda, después de la Copa América 1991, yo quería volver a mi país. Pero justo por esa época empezó a caer el muro de Berlín, los problemas políticos y me decidí a no ir a un país en guerra civil. No era capaz de odiar a mis hermanos y dije que volvía a Ecuador, pero si la guerra paraba, me iba a Yugoslavia, en esa época, estuve también por ir a Emelec.
¿Por qué no se jugó en Quito el partido con Brasil, en la eliminatoria 1993?
Es una porquería que digan que se vendió la localía. Todo pasa porque Brasil venía jugando la Copa América en Cuenca, en altitud, y si jugábamos acá, ellos iban a prepararse en Bogotá. Estaban ya aclimatándose, no iba a influir.
¿Qué jugador fue el que más le sorprendió de su etapa?
Álex Aguinaga, el más inteligente de Sudamérica, que tiene la cabeza abajo, pero igual ve toda la cancha, su talento no necesitaba presión, jamás se lesionaba. Raúl Avilés, si salía después, podía jugar en cualquier equipo del mundo, era mejor que Hugo Sánchez, capaz de saltar 3 metros, algo que ni ahora se ve. Luis Capurro, impasable como marcador izquierdo, potente y ubicado, ningún delantero del continente lo superó, ni en club ni en Selección.
De toda su etapa acá, ¿qué partido le llenó más?
Ese partido con Botafogo, era la primera vez que jugábamos, no nos conocíamos, apenas tuvimos un encuentro de 75 minutos y ese equipo funcionó como un reloj.
¿Cree que le dio un molde físico al futbolista nacional?
Equivocadamente dicen que yo elegí gente “más alta, más bruta”. Eso es falso, nunca me interesaron ni el color de piel ni la estatura. Mientras más inteligentes, más hábiles y atrevidos y tienen mejor condición física.
¿Extraña algo de Yugoslavia, quiere regresar a vivir allá?
Siempre estoy en contacto con mis dos hijos mayores, mis nietos, mis hermanos. Pero vivimos mucho antagonismo, una lucha de partidos que no quiero escuchar. Me da pena que eso haya acabado con país donde tenías salud, educación asegurada, que era la cuarta potencia del mundo, donde las medicinas, los libros, ir a la ópera, estudiar un postgrado era gratis.
¿Ha pensado hasta cuándo vivirá en Ecuador?
Acá me voy a quedar hasta morir. No puedo dejar a las hijas que tengo acá, que están a mitad de camino en su vida.
¿Camina bien la Selección al Mundial 2014?
Claro. Yo lo defendí siempre a Reinaldo Rueda, después de la Copa América de Argentina, cuando todos querían sacarlo. No había que tocar al técnico y ahí están los resultados.
¿Y cree que la dirigencia de la Federación está a la altura?
Si esos dirigentes quieren reelegirse, nadie debe oponerse, aunque ahí se encuentre gente que me hizo un daño enorme.
¿Qué siente que dejó tras 25 años en el país?
En el Mundial 2002 estuvieron 19 jugadores que yo dirigí en mayores o juveniles. En el del 2006, estuvieron 16. Ese es mi principal orgullo.
Hoja de vida
Nació el 20 de junio de 1939, en Banja Luka, entonces Yugoslavia.
Aparte de ser seleccionador de Ecuador, dirigió también en Bolivia, Sierra Leona, Brasil, Guatemala.
Hoy trabaja como formador en Manabí.
“Si para Italia 1990 las eliminatorias eran todos contra todos, como ahora, nosotros clasificábamos después de los 14 primeros partidos.”