La noticia fue dramática y -aunque no fue sorpresiva- constituyó una puñalada a la ilusión de una hinchada fiel, ruidosa y especial. El viernes 10 de septiembre la Comisión Disciplinaria de la Ecuafútbol decretó el descenso del Deportivo Quito a la
Segunda Categoría por incumplimiento de diversas acreencias.
Es comprensible la indignación y frustración de la hinchada. Son muchos los prestamistas, chulqueros, empresarios y algunos seudodirectivos que participaron en la debacle del club. Encontrar a los culpables no le devolverá la categoría al equipo. Por ello, el nuevo Directorio deberá adoptar una resolución valiente e impopular.
El club no tiene recursos para pagar deudas sobre los USD 5 millones y con un equipo en la segunda división será imposible recaudar cifras tan altas.
Hay que sincerarse: no hay dinero y el club no tiene capacidad de pago. Además, el plantel de futbolistas se disolvió. Por lo tanto, la declaración de quiebra es el camino para terminar con esta pesadilla financiera. Es posible que se pierdan derechos de un complejo en comodato y el porcentaje de la publicidad interna del estadio Atahualpa. Sin embargo, ese patrimonio no ayuda a pagar las inmensas deudas.
Por ello la eutanasia futbolística-financiera es el camino para refundar el club y liberarlo de las deudas. El Quito está muerto financieramente debido a un manejo irresponsable. Es el momento de terminar esta historia de terror, angustia y desesperación.