El fútbol despierta pasión y fortalece el sentido de pertenencia, por ello es el escenario ideal para el éxito de los discursos populistas
Este miércoles, Emelec y Barcelona protagonizarán una nueva edición del Clásico del Astillero, confrontación latente desde 1943 en el nuevo estadio Capwell. Nassib Neme, presidente de Emelec, comunicó que el partido se jugaría sin la hinchada visitante. El escenario aún no se encuentra terminado lo cual, según las autoridades, limita el ingreso de los aficionados.
Es hora de pensar en la gente y privilegiar la seguridad del hincha, pues hace rato los enfrentamientos entre Emelec y Barcelona dejaron de ser una fiesta futbolera para convertirse en confrontaciones violentas entre facciones de ambos equipos.
El clásico registró dos incidentes lamentables. En el 2006 hinchas de Barcelona destruyeron un sector del Capwell (palcos y cabinas de prensa) y en el 2007, falleció Carlos Cedeño, un niño emelecista impactado por una bengala, mientras miraba el partido en una suite del estadio Monumental.
Sea que se aplique el derecho de admisión o porque el escenario no se encuentra terminado son razones lógicas para aceptar una resolución que probablemente le quite “dignidad futbolera” al clásico pero que beneficiará la seguridad del aficionado. Y guste o no. La vida no tiene precio. Ni se la asegura con discursos populistas.