Barcelona vive solo de su marca. Es ficción, es una falacia, es un club que pasa una crisis de identidad, originada por las malas administraciones. Esa es la realidad del equipo que más hinchada tiene en el país.
Hoy, sus integrantes (léase: dirigentes, entrenadores y jugadores) se conforman con poco; se adulan entre ellos, se fijan en otros, sin distinguir lo que los rodea y lo que les sucede. Ese es el argumento más absurdo al que han apelado sus integrantes en los últimos años, sin percatarse que otros clubes lo superaron en resultados y caminan a igualar sus campañas y, probablemente, a desplazarlos hasta en número de hinchas. Esa es la realidad del Barcelona, decir lo contrario es mentir al aficionado. Es un equipo sin alma, sin espíritu, pésimamente administrado, uno más del montón; obviamente, respetando el esfuerzo que hacen los otros clubes que juegan este campeonato.
Y esa será la historia que se repetirá todos los años con promesas demagógicas, plataformas políticas solo para dirigentes; malas contrataciones, demandas de futbolistas, entrenadores y patrocinadores. Ese modelo ya caducó; es emergente una reestructuración para volver a este equipo más competitivo y útil para el fútbol del país.