Aunque muchos de los componentes que equipa un motor de diésel son similares a los de otro de gasolina, ambos presentan diferencias significativas.
Si bien en el primer caso las piezas mecánicas son más robustas y ofrecen mayor durabilidad, por el hecho de que los motores de diésel están diseñados para desempeñar trabajos más pesados, los sistemas electrónicos son más delicados y sensibles.
Carlos Espinosa, gerente técnico de Adeco, empresa especializada en mantenimiento y reparación de sistemas de inyección a diésel, explica que a un motor de gasóleo no se le puede dar el mismo trato que a uno de gasolina, respecto de los chequeos periódicos.
“Un motor de gasolina es mucho más permisivo con los descuidos en los mantenimientos. En uno de diésel, las desatenciones del propietario pueden dañar todo el sistema de inyección”, asegura.
En los vehículos de diésel, es imprescindible leer el manual del usuario y seguir al pie de la letra las recomendaciones del fabricante o del servicio técnico del concesionario. Espinosa indica que en nuestro medio es imprescindible cambiar los filtros de combustible máximo cada 5 000 km de recorrido, pues la calidad del diésel, que aún no es óptima, así lo exige.
Otra práctica habitual debe ser evitar que el nivel del combustible en el tanque baje de un cuarto, pues podría producirse condensación y se debe evitar a toda costa que entre agua en el sistema de inyección, porque los resultados pueden ser muy perjudiciales.
Y es que por ser un carburante aceitoso, el diésel no solo proporciona la energía que da impulso al motor, sino que también lubrica los componentes del sistema de inyección, incluida la bomba de combustible, que gira a más de 2 000 rpm.
Espinosa dice que para evitar el ingreso de agua en el sistema también pueden colocarse filtros adicionales que reducen considerablemente la incidencia de este inconveniente.
También es recomendable dejar el motor encendido en ralentí uno o dos minutos antes de iniciar la marcha y lo mismo antes de apagarlo.
A los vehículos de diésel les toma más tiempo alcanzar la temperatura óptima de funcionamiento y esta práctica contribuye a mejorar su desempeño y a alargar la vida útil del motor.