El quite primoroso de Antonio Ferrera, al rescate de viejas tauromaquias con la capa.
El fin de semana taurino fue prolífico en la temporada española que calienta motores a la eventual espera de decisiones de fuerza mayor por la incidencia de coronavirus.
Olivenza, en Extremadura, se ha consolidado ya como una de las grandes y primeras ferias de España.
A pesar de tener un pequeño aforo, los carteles son extraordinarios, las ganaderías de las apetecidas por las figuras, que a la vez acuden gustosos a esta primera gran cita del año.
Como anunciando una vez más ese vuelo sostenido que promete su temporada, Antonio Ferrera que ha levantado – como Ave Fénix – en dos ocasiones, una por una fuerte lesión ósea y otra, una jugada del laberinto de la mente humana-, vuelve a golpear la mesa.
La temporada americana de Ferrera fue esplendorosa. La remató en Bogotá entre el clamor popular y con cornada.
Antes, la Plaza México fue el monumental escenario de un toreo de personalidad única, que ha llegado al rescate de viejas tauromaquias y de esas esencias puras del toreo que conjunta arte, torería, sabiduría y sentimiento hondo.
Cuatro grandes tardes en la México, donde terminó patentando para sí la estocada al paso y abriendo tres veces esa preciada puerta grande, amén de un triunfazo en los estados.
El sábado, con un cartelazo compuesto además por Enrique Ponce y El Juli, Ferrera anunció que trae nuevos bríos.
Ponce se llevó una oreja, ‘El Juli’, fue ovacionado y Ferrera indultó a un gran toro al decir de las crónicas. ‘Atajante’, N° 134, con 482 kilos, de Garcigrande, se fue al campo. Dos orejas y rabo simbólico y otra oreja más a su segundo que mató del modo descrito antes.
El domingo, una excelente corrida de Victoriano del Río propició otro gran triunfo, Emilio de Justo cortó tres orejas y Ginés Marín, cinco apéndices en un mano a mano.