En esta fotografía tomada el 25 de abril de 2018, los sherpas nepalíes preparan un ritual para rendir homenaje al Monte Everest antes de comenzar su ascenso en el campamento base del Everest, a unos 140 km al noreste de Katmandú. AFP
Dawa Sange Sherpa no debía subir hasta la cima del Everest, pero por falta de guías calificados este joven de alta montaña tuvo que acompañar a un cliente hasta el techo del mundo el año pasado. La expedición los llevó al borde de la muerte.
Al descender, el frío polar, la falta de oxígeno por la altitud y el cansancio los inmovilizó. Ambos se desplomaron y cayeron un poco más abajo de la cima. Recién fueron hallados varias horas más tarde, su vida pendía de un hilo.
“Mi amigo me dijo ‘está muerto’. Pero sentí un pulso muy débil”, cuenta Ang Tshering Lama, el guía que encontró a Dawa Sange Sherpa y al alpinista.
El socorrista bajó al nepalés de 20 años, inconsciente, mientras que otros ayudaban al cliente. Ambos sufrían graves lesiones por congelamiento.
Este accidente deja en evidencia la falta de guías nepaleses experimentados en el Everest. El contingente de sherpas no da abasto para responder a la creciente afluencia en esta montaña de 8 848 metros, que se explica en parte por la mayor competencia comercial que reduce el precio para poder subir hasta la cima.
El joven sherpa sobrevivió, pero esta desventura puso fin a su corta carrera en el mundo de la montaña: todos sus dedos fueron amputados.
Clientes ‘tacaños’
Operadores baratos, como el empleador de Dawa Sange Sherpa, permiten acceder al Everest por “apenas” USD 20 000, menos de un tercio de lo que facturan las agencias con mayor reputación.
Los sherpas, etnia de montaña cuyo nombre se convirtió en sinónimo de porteador o de guía de alpinismo, forman la columna vertebral de la industria del Himalaya en Nepal.
Tienen buena reputación por sus capacidades físicas en alta montaña, en donde la respiración se hace más difícil. Su cuerpo aclimatado utiliza el oxígeno de manera más eficaz que el de los habitantes de los llanos, según un estudio científico británico.
Pero la demanda cada vez mayor de guías hace que encontrar sherpas dedicados a este oficio sea cada vez más difícil. Por ello los últimos en ingresar al sector pueden obtener rápidamente mayores responsabilidades.
“Los jóvenes sherpas son muy fuertes y piensan que pueden hacer todo cuando en realidad no pueden. Los viejos sherpas van lentamente, pero con seguridad”, dice Phurba Tashi Sherpa, jefe de sherpas de la agencia Himalayan Experience, que subió 21 veces a la cima del Everest.
Un sherpa aguerrido puede ganar hasta USD 10 000 durante la temporada alta, de abril y mayo, es decir 14 veces el sueldo anual medio en Nepal.
En lo más bajo de la escala salarial, los que cobran peor juntan apenas USD 1 000 por dos meses de trabajo peligroso.
Para sostener su nivel de actividad, algunas agencias baratas contratan guías locales mal pagos y hacen omisión de sus calificaciones. “Es también culpa de los clientes que cierran los ojos y se muestran tacaños”, acusa el guía Ang Tshering Lama.
En esta fotografía tomada el 28 de marzo de 2018, el montañero nepalí Kami Rita Sherpa mueve ruedas de oración en Boudhanath Stupa, donde tiene una habitación alquilada, en las afueras de Katmandú. AFP
Formar a los jóvenes
A veces, el único criterio de contratación se resume a “tener el apellido Sherpa”, dice Dawa Steven Sherpa, de la empresa Asian Trekking. Esta exige a sus empleados que hayan seguido una formación en la asociación de alpinismo de Nepal.
Dawa Sange Sherpa, que recibió atención médica en una institución médica especializada en Estados Unidos, fue en un primer momento contratado como guía por la agencia Seven Summit Treks. Los principiantes empiezan generalmente de esta manera, para luego ser promovidos como guías.
“Estaba en el segundo equipo, aquel de los sherpas no formados que normalmente suben el equipamiento y la comida del campamento de base a los campamentos dos, tres y cuatro ” situados en la montaña, cuenta por teléfono a AFP.
En esa temporada, Seven Summit Treks, que es la mayor agencia de Nepal y que propone los mejores precios del mercado, tenía más de 60 clientes esa temporada y necesitaba a un Sherpa para acompañar a uno de ellos. Su director, Mingma Sherpa, afirma que el porteador tenía las calificaciones necesarias y que ya había subido a la cima del Everest. Pero esta versión la desmiente el guía.
Ese año otros nueve sherpas de esta empresa tuvieron que ser socorridos, pero Seven Summit Treks niega toda negligencia. “Un sherpa puede subir a la cima cinco, ocho veces pero a veces hay problemas. Viene del cuerpo”, dice Mingma Sherpa
Mingma Sherpa critica a los operadores rivales que, según él, no invierten en los guías jóvenes para iniciarlos al oficio. “Sólo recurren a sherpas experimentados. No quieren gastar dinero para formar nuevos sherpas”.
Escapatorias
Más allá de esta guerra de precios, la falta de sherpas deja en evidencia un cambio de generación.
Los miembros de este pueblo ya participaban en los primeros ascensos de los británicos en los años 1920. Pasaron décadas hasta que el neozelandés Edmund Hillary y el nepalés Tenzing Norgay hicieran cima en el Everest en 1953.
En los años 1990 ingresaron a la industria muchos sherpas, cuando la liberalización de los ascensos en Nepal generó el nacimiento de expediciones comerciales.
Pero esa generación se está retirando progresivamente. Algunos sherpas eligieron instalarse en otros países montañosos para sacar mayor provecho de sus orígenes y su experiencia.
Esos sherpas, originarios de localidades aisladas, lograron ganar suficiente dinero para enviar a sus hijos a estudiar a la capital, incluso a India o Estados Unidos, y ofrecerles así una puerta de escape del universo sin piedad de la montaña.
“La próxima generación no se incorporará a este negocio, está educada por lo que pueden encontrar otros empleos”, dijo Kami Rita Sherpa, guía en el Everest desde 1994.
Kami Rita Sherpa es rotundo: nunca autorizará a su hijo a trabajar en el Everest. “Es muy arriesgado”.