En el contexto de enfermedades humanas virulentas en diferentes épocas, han surgido en el planeta innumerables pandemias, ocasionando millones de fallecidos y afectados.
En 1796, el médico científico inglés Edward Jenner, emprendería a experimentar con la vacuna de la viruela, adelantando la primera vacunación de la historia. En su época, ya se practicaba la técnica de variolización e inoculación de pústulas-costras- de pus, que creaban la viruela. Su primer paciente un niño y posteriormente su hijo; a la par, observaría a ordeñadoras de vacas recolectoras de leche que adquirían ocasionalmente una especie de viruela bobina, quedando protegidas de la viruela común, desarrollando en sus manos pústulas benignas, que posteriormente, trasladaría a Jenner justificar al agente portador de la inmunidad.
La viruela enfermedad altamente mortífera y cruel de la humanidad, dejó secuelas agravantes: se estableció en Europa en los siglos XI y XII, exterminando 400.000 personas al año, contagió a faraones, mató a cinco reyes, impactó a los imperios griegos y romanos, exterminio a las poblaciones nativas americanas en el descubrimiento y conquistas españolas, en el siglo XVI conocida como variola-virus; para luego viajar al Atlántico y llegar a EE.UU. y Canadá. El único país que se salvó del contagio fue Australia.
En honor a su hacedor: “padre de la inmunología”, se propuso el término “vacuna” una traslación del ganado vacuno, reconociendo su aporte científico en procurar salvar vidas humanas. En 1980, la Organización Sanitaria de la ONU declararía la desaparición definitiva de esta enfermedad, constituyendo un hito histórico de nuestro sistema sanitario y de salud pública.
La vacuna frente a la viruela se descubrió y funcionó, sin que la ciencia supiera todavía lo que era un virus, el agente causante de la infección de la viruela.