A mi amigo Darwin de 66 años, lo paralizó la vida. De jóvenes jugábamos vóley juntos, era tan activo que nunca pensé que sufriría un derrame cerebral y que yo terminaría siendo su cuidador.
Una tarde fui a su casa pues no lo veía en el restaurante que frecuentábamos como hace un mes. Y lo encontré en su cama, en los puros huesos, sin habla. En ese momento llamé a su hermano, lo llevaron al hospital Los Ceibos del Seguro. Darwin ingresó deshidratado, flaco, con úlceras fétidas de gran tamaño en la piel de su espalda, muslos y talones. A causa de su parálisis, se estaba pudriendo en vida por permanecer inmóvil durante un mes, sin aseo ni cuidados, sin poder alimentarse o ir al baño.
Actualmente, lleva un año tratándose en el mencionado hospital y recibe una atención al nivel de una clínica privada. Él está 99 % recuperado. Han hecho un gran trabajo y Dios quiera que este lugar siga atendiendo a quienes no pueden pagar periodos prolongados de hospitalización privada, como es el caso de mi amigo.
En diciembre del 2018, los médicos le dieron el alta, pero seguimos en la cama del hospital porque aquí han entendido nuestra difícil situación; aunque sabemos que merece una mejor calidad de vida, ver el sol, pasear en un parque en silla de ruedas, pronto se hará realidad este ideal.
Mientras tanto, agradecemos el buen corazón de médicos, enfermeras, trabajadoras sociales, psicólogas, nutricionistas y directivos del hospital que han acogido a mi amigo.