Algunitos no escarmientan nunca. El sumo sacerdote les dice que son autores de un mamotreto y no se inmutan en lo más mínimo. Reciben el insulto con una sonrisa amplia. En lugar de enmendar lo actuado, con renovados bríos y gran temeridad incursionan en campos ajenos a su conocimiento y producen un nuevo mamotreto. Es enternecedor mirarles sonreír complacidos por el trabajo realizado, contrasta el candor de su inocencia con el embrollo que han causado.