Sorprende ver que, en la revisión vehicular, al ciudadano que, por necesidad, logró adquirir un carrito de segunda mano, se le exijan tantos y tantos requisitos y condicionamientos por lo que, aparte de este rubro obligatorio, se ve obligado a pagar ingentes sumas de dinero hasta conseguir este objetivo; tomando en cuenta además que, en la mayoría de los casos, los señores mecánicos no son lo suficientemente honestos y, si bien le arreglan algún desperfecto, dejan otros “pendientes”, a fin de que la pobre víctima regrese dos, tres y hasta cuatro veces y, luego de gastar mucho dinero, logre, al fin, que su vehículo “pase” esta costosa, estresante y engorrosa prueba a la que, anualmente, es sometido; sin contar con que, ahora, hasta le exigen comprar una placa nueva lo que, a mi modo de ver, constituye otra sutil y desconsiderada forma de extorsión.
Justo o no, lo que más preocupa, a decir de ellos, es evitar los gases que emanan los autos y contaminan el ambiente. Lo que nos sorprende sobremanera es ver que, a diario, circulan busetas, buses y más vehículos de transporte pesado, despidiendo enormes cantidades de estos dañinos elementos que perjudican a todos los seres vivos. Nos preguntamos entonces… ¿Cómo es posible que estos vehículos hayan “pasado” la revisión?… Inquietud frecuente que, como siempre, quedará flotando en el ambiente sin ninguna respuesta.