A la distancia he recibido la noticia del fallecimiento de sor Guillermina Gavilánez, médica, compañera de nuestra promoción de 1955 que llevada por su deseo del servicio a los desposeídos, una vez graduada y convertida en monjita se fue y escogió la Región Amazónica para prestar sus servicios profesionales y espirituales en el pueblito de Santa Clara que no abandono jamás y respetando su decisión fue enterrada en esa localidad.
Largo sería enumerar las obras en el hospital a su cargo y la serie de vicisitudes que debió pasar para mitigar el dolor y sufrimiento de sus pacientes y devotos. Muere a los 83 años, luego de haber laborado cinco lustros y medio sin descanso y con el propósito exclusivo de ayudar a los pobres y desamparados que la tenían como el ángel de la guarda y protectora espiritual de sus vidas, sin escatimar tiempo ni los escasos recursos de que disponía, atendiendo solícitamente en sus hogares lejanos y a veces impenetrables de nuestra Amazonía.
Viajando en canoa por el río Napo corriente abajo para llegar a su destino y regresar reconfortada después de haber salvado una vida o aliviar y curar las dolencias de sus protegidos, esta doble misión que supo mantener siempre como una doctrina para asegurar una vida más humana y evitar los malos sufrimientos. Existe una estatua en la plaza central, que perenniza el agradecimiento del pueblo de Santa Clara a otra Santa Guillermina por todos los favores recibidos y por su permanente abnegación por sus súbditos.
Los compañeros de Guillita, como le llamábamos, orgullosos de su obra médica y religiosa la recordaremos siempre e inspirados en su memoria, estaremos junto a ella, evocándola y reiterando su incalificable valor y pureza de sus actos.