En relación con su editorial sobre la recategorización de universidades (IES) hecha por el Ceaaces me permito compartir algunas reflexiones.
Que la agencia de acreditación nacional busque establecer un ranking de universidades bajo un modelo matemático único, es una novelería sin parangón en el mundo. Reducir la calidad y contribución social de las IES a ecuaciones -algunas discrecionales aunque vestidas de números- es un ejercicio surrealista que sabe a engañifa.
Algunos de los fetiches impuestos por el modelo Ceaaces provocan severas distorsiones. La calidad de las publicaciones ya no importa; lo que cuenta es su número, por lo que las IES escogen sus áreas de investigación en función de la cantidad de “papers” que pueden obtener. De la misma forma, la suma de PhD es más relevante que la calidad de su formación. Por ello, los doctorados “express”, ofrecidos en países como Cuba o Perú en tiempos y precios récord, se han puesto muy de moda.
En el caso de la universidad que represento, no existe la menor duda de que el Ceaaces nos asignó la “B” de forma arbitraria. La introducción de variables desconocidas al final del proceso, así como valoraciones subjetivas sin explicación alguna, confirman esta aseveración. Adicionalmente, se desconoce la importancia de nuestras investigaciones en ciencias complejas y costosas (USD 5 M anuales) como genética y cáncer, inmunología, enfermedades tropicales como zika o dengue, o la diabetes. Para el modelo Ceaaces, este importante esfuerzo puntúa igual o menos que el realizado en algunas investigaciones apresuradas de dudosa relevancia social.
Cabe destacar que varias universidades “A” han intentado, sin éxito, acreditarse en los EE.UU. La UDLA obtuvo esa acreditación y se convirtió la primera universidad ecuatoriana y novena latinoamericana en alcanzar este aval. Adicionalmente, es la única IES ecuatoriana que ha logrado, hasta hoy, acreditar internacionalmente sus carreras de pregrado.
El proceso de categorización ha perdido toda credibilidad, un hecho que confirman estudiantes y padres de familia. Por el bien del país, anhelamos que el Ceaaces recupere su verdadero rol y abandone posturas exóticas y policiales. Su función es acreditar universidades y acompañarlas en los procesos de mejora continua con absoluto respeto a sus diversos modelos.