Crecí en un hogar y entorno donde nunca me faltó nada, no tuve lujos, pero mis necesidades eran casi inexistentes.
Siento impotencia al ver el nuevo inicio de clases y darme cuenta de que la desigualdad educativa se acrecentó a causa de la pandemia, que puede existir gente con muchas ganas de superarse, de trabajar, de estudiar, de luchar y la frustración debe ser enorme al hacer tanto esfuerzo y que el sistema se encargue de colocar obstáculos que puedan ser decisivos en un futuro.
Me llevó a cuestionar sobre mi vida, sobre la vida en realidad. ¿Qué va a pasar con aquellos niños que no puedan salir a la ciudad a buscar esas redes wifi porque viven en sectores alejados?, ¿Qué pasará con esos niños que no tienen un computador, un teléfono, algún método para conectarse a sus clases?
No quiero pecar de superficial al enfocarme solo en el tema de la conectividad. Seguramente hay familias que dejaron de comer tres veces al día, familias que tuvieron que elegir entre comprar un plato de comida o medicinas. Seguramente hay temas mucho más importantes y prioritarios.
Aprendamos a desprendernos de lo que no es necesario, eso nos permitirá compartir más.