El Ec. Correa hace gala de sus dones morales y filosóficos, que trascienden la simple visión numérico-contable en el manejo de la política económica, y se enfocan en aspectos más trascendentes de la existencia humana, como la dimensión espiritual del ciudadano.
Y en la línea del “buen vivir”, que pregona su gobierno, que entre otras cosas, busca castigar y reducir el consumo material de las clases populares.
Hace poco declaró que el aumento de precios a las bebidas gaseosas, cervezas, aguas minerales, bebidas hidratantes, etc., beneficia a los ciudadanos, ya que se busca reducir el vicio del alcohol, así como el consumo de endulzantes que son una de las causas de diabetes y obesidad.
Con el mismo criterio, si mañana decide subir el precio de los combustibles, dirá que es positivo, ya que los vehículos automotores contaminan y causan congestión, y que más sano es caminar. Esa medida sería un estímulo para que la gente camine y use menos el vehículo.
Así, cualquier cosa que decida, la hará ver como motivada por su preocupación por el bienestar del pueblo.
Admiro el nivel de dominio de la retórica y la dialéctica que exhibe el Ec. Correa, como buen revolucionario que es. Pero también me admira que haya gente que siga creyendo en este tipo de argumentos.