Solo es necesario tomar en cuenta casos recientes de ciudadanos atropellados por el poder, para saber de dónde proviene la “notoria provocación al odio” (expresión del Dr. Fernando Alvarado Espinel, en carta de la Presidencia del 18 de Sept. a EL COMERCIO).
El caso de los 10 de Luluncoto, acusados de terrorismo, jóvenes vejados y expuestos como carne de cañón porque el poder tiene en la mira destruir al MPD. Siendo permitido recordar, el MPD en el año 2005 estaba en agonía, como fuerza política debía desaparecer, pero quien le dio oxígeno para que apoyara su candidatura a la presidencia fue Rafael Correa. Al inicio de su mandato, el MPD fue la fuerza de choque, a su puro estilo de piedra y garrote, para derribar al Congreso Nacional, asaltar al Tribunal Supremo Electoral y al Tribunal Constitucional, lastimosamente apoyados por el indiferencia general. Ahora que ya no son socios, el Gobierno arremete y con pretextos e injustamente en contra de jóvenes inocentes.
El caso del coronel Carrión que solicitó su baja y que Correa no le da curso porque no firma el decreto, manteniéndolo como rehén en el limbo, y el caso de las amenazas a Janet Hinostroza por investigar asuntos cercanos al poder.
Un verdadero demócrata no expone el escarnio a sus gobernados para alcanzar sus objetivos. Es abominable llegar a la grandeza de la Presidencia de la República para proceder con tanta pequeñez.