En algunos enlaces ciudadanos he escuchado al Presidente referirse a la “democracia de las mayorías”, como una justificación para minimizar o desconocer las demandas de ciertos grupos sociales, generalmente de oposición.
Esta afirmación resulta preocupante en un Estado de Derecho, pues sugiere que aquellas personas que pertenecen a grupos minoritarios, aquellos que tienen una opinión crítica con el Gobierno o representan posiciones distintas a la del resto de los ciudadanos, no tienen, en virtud de ello, el derecho de que sus intereses, demandas sean escuchadas por las autoridades de turno.
Esto es a todas luces, contrario a la obligación del Ecuador de garantizar a todos los ciudadanos, con igualdad y sin discriminación, el goce efectivo de los derechos consagrados en la Constitución de Montecristi y los tratados internacionales de derechos humanos de los que nuestro país es parte.
La verdadera democracia, vale recordar, no existe con la imposición de los intereses mayoritarios sobre los de las minorías, sino con la inclusión en el debate público de las voces disidentes y de las necesidades de aquellos grupos que no se encuentran representados por las autoridades de turno. Lo contrario solo ha tenido cabida en regímenes dictatoriales o de facto, en donde la democracia es ilusoria o inexistente.