Casi dos meses ausente del país. Dos meses privado de escribir. Pero a mi regreso vuelvo a retomar mi travesura de auscultar a mi patria. Con mi señora (que sufre las secuelas del derrame cerebral) resolvimos ir unos días a las playas de Atacames. Separamos el vuelo en Tame para el miércoles 6.
Hasta allí todo bien, la atención en el aeropuerto de Tababela, nuevo e internacional.
Solicito una silla de ruedas para mi señora: ¡oh sorpresa!, a más de la demora en traerla llega una atenta señorita con una desvencijada silla, rotos los apoyabrazos, y lo peor de lo peor sin el estribo delantero derecho, que era el que más se requería por la enfermedad de mi señora. Un calvario para llevarla por los bellos corredores hasta la manga del avión de Tame en vuelo internacional hasta Cali con escala en la Ciudad de Esmeraldas.
¡Qué vergüenza como ecuatoriano, cómo veían los extranjeros a la silla destartalada y denigrante para nosotros como ecuatorianos! Millones de millones de dólares en gastos superfluos. Atraigan al turista. Den buen trato y atención. ¡Qué pena!