Sin lugar a dudas, lo que hermana al Ecuador es el deporte. El mes de noviembre nos ha dejado grandes satisfacciones en el ciclismo con nuestros créditos Richard Carapáz y Miryam Núñez, quienes se tomaron brillantemente España y Colombia, evidenciando que en el País hay material humano digno de destacar.
Pero también el fútbol comienza a tomar protagonismo y con una presentación decorosa contra Argentina y dos triunfos en seguidilla ante Uruguay (la garra charrúa) y en el Altiplano frente a Bolivia, la selección nos hace soñar.
Pero los ecuatorianos estamos interdictos de mirar a nuestros muchachos en las eliminatorias mundialistas, ya que solo una élite tiene la posibilidad de acceder a ese espectáculo, toda vez que son empresas multinacionales las que tienen la potestad de trasmitir lo que a ellos económicamente les conviene, traducido en lo que se denominan los derechos de televisión, los que entiendo favorecen al futbol en particular y eso no está mal; sin embargo, al final del camino es una perdida, y una verdadera pena no poder en alma y en espíritu respaldar a nuestros deportistas.
En medio de nuestro parcial encierro al que no estuvimos acostumbrados, nos vendría bien gozar y sufrir junto a quienes nos representan. La señal abierta sería un acierto, la fiesta general estaría a la orden del día, nos permitiría paliar en alguna medida la crisis sanitaria que nos atosiga y no habría la necesidad de piratear.
El gobierno tiene la palabra y su máximo líder no solamente se daría el lujo de enviar por las redes sociales mensajes motivadores cuando ganan, sino que los ecuatorianos por algo le vamos a recordar.