Los socialistas del Siglo XX1, desde el inicio de esta tendencia en la escena política, sostuvieron la necesidad de reducir la pobreza.
Su primera fórmula “mágica” fue la implementación de bonos y subsidios: se lo hizo en Brasil ,Venezuela, Ecuador. Evidentemente este mecanismo es una herramienta temporal y tiene un alto costo a los erarios nacionales, sin retorno de ninguna naturaleza.
Por estas razones, es un mecanismo absolutamente ineficiente, herramienta propia de populismos incapaces de pensar a futuro, de gobiernos que solamente piensan en la próxima elección y no en la próxima generación, propia de gobernantes sin ninguna iniciativa de progreso ni de prosperidad, ni como individuos, ni como conglomerado.
La reducción de la pobreza lograda de esta manera, es una ilusión pasajera y meramente cosmética, y puede ser utilizada como herramienta de corrupción: la definición de pobreza, en estos casos se puede transformar en un mecanismo de captar y asegurar votos para generar la ilusión de triunfos electorales.
También, el número de pobres puede ser manejado a voluntad para “desviar” fondos a bolsillos no merecedores de bono o subsidio alguno. Un mecanismo que se puede transformar en muy rentable para las cadenas de corrupción.
Los subsidios y bonos son una máscara que disfraza los índices de pobreza, pero no la reduce ni combate. Sirve a los gobernantes para alardear de haber “reducido” la pobreza y mostrar a un mundo espectador que los “ingresos” que obtiene la población superan los niveles asignados como límites, por ellos mismos, para la calificación de los niveles de pobreza.
Con mentalidades dogmatizadas por pronunciamientos miopes de que “los que más tienen” son quienes “más deben dar”. Con estas consignas que enceguecen a los débiles, impulsan una “lucha” de clases, sin pensar que la fórmula es más sencilla que eso: creación de oportunidades de trabajo, no solamente de empleo, pues con el trabajo, por ejemplo, de iniciativas individuales, encaminado al uso de la tierra y al procesamiento del producto de esa tierra, puede surgir un impulso imparable a la economía.
Pero claro, el concepto de individuo, ni el de iniciativa, no prospera en las mentes dogmatizadas y fanatizadas con la idea exclusiva de despojar “a los que más tienen” para dar a “los que menos tienen.