Desde hace 2020 años recordamos un nacimiento en las condiciones más adversas, en una aldea olvidada de pastores, se realiza el milagro de la vida, en una cueva que servía para protección de animales. La pureza y la desnudez primitiva de la naturaleza, unida al realce del espíritu dan comienzo a una nueva era, en que esa madre se convierte, en la encarnación cristiana de la Madre Divina y ese niño, sólo abrigado por su madre, demuestra la humildad de su presencia en este mundo, ejemplo para que los hombres, se puedan mantener de pie y logren sin importar su origen, alcanzar calidad humana, den el mejor servicio al prójimo dentro de su profesión. Sin embargo, el continuo trabajo, a través del tiempo encorva al hombre, mientras el espíritu se exalta, obteniendo de la tierra su armonía, su canto, la vida y su esencia divina.
La natividad es el instrumento de un mundo hacia otro, un puente que une el esfuerzo humano, en un mundo lleno de necesidades, con la energía creadora, fina proyección celestial que anima el cuerpo de groseros instintos con los sentidos más sutiles del hombre para emprender una acción. Con la navidad, viene el esfuerzo de vencer todas las necesidades y dificultades que se presenten, para luego durante el período de la vida, vencer las pasiones en medio de la esperanza y temor, alegría y pesar, hasta alcanzar la mansión de la bondad, para dar paz en este nuevo mundo.