El problema de los municipios no es de ahora, se ha venido dando desde siempre, más aún si consideramos que nunca ha faltado los políticos demagogos que no responden a nadie y que en su afán de conseguir votos ha ofrecido la creación de cantones y hasta provincias sin que se cuente con los recursos mínimos para su funcionamiento, contraviniendo la disposición legal de que no se pueden crear entes sin que previamente cuenten con presupuesto propio, lo que ha sido desoído por los “patriotas” propugnadores de estos actos de aparente progreso para las poblaciones. Vale recordar como a través del tiempo, los municipios han provocado escándalos por los malos manejos de sus personeros lo que ha llevado a que se vean precisados a cerrar para enderezar su rumbo. El caso más sonado se dio cuando el Ing. León Febres Cordero una vez posesionado como alcalde de Guayaquil, cerró el Municipio debido a que se encontró con una verdadera cloaca, según sus propias palabras. Ha sido una práctica común, que, pese a que no generan sus propios recursos, el gasto corriente ha superado a la inversión, siendo una de las causas los altos sueldos de la burocracia municipal, que nadie controla. La afirmación del General Paco Moncayo, ex alcalde de Quito de que, en el lapso de diez años, el personal del Municipio capitalino se ha incrementado de 5 500 a 23 000 empleados, dato por demás decidor. El Gobierno central hoy se encuentra en un callejón sin salida y prácticamente arrinconado porque, simplemente, no puede cumplir con los compromisos contraídos por gobiernos pasados que no midieron las consecuencias de sus actos. Más que el Gobierno central, deben ceder los municipios si se quiere salir de esta pugna que perjudica al país que debe ser gobernado con responsabilidad y con sentido de patria. Lo de las prefecturas es otra historia igualmente lamentable.