Las iguanas terrestres que estuvo llevando en sus maletas, aquel gringo desadaptado, son criadas en cautiverio por el personal del Parque Nacional Galápagos y tienen su historia. Por los años 30 del siglo XX había iguanas en Baltra, pero corrían peligro de ser extinguidas por los perros que abundaban por entonces. El naturalista Alan Hankoc se dio cuenta del peligro y trasladó unos 70 ejemplares al vecino islote de Seymour Norte que tenía condiciones similares a Seymour Sur. Y en la II Guerra Mundial la isla albergó a unos cinco mil hombres entre soldados y trabajadores que construyeron la Base Aeronaval y llegaron barcos, maquinarias de todo tipo a construir dos campos de aviación, los mejores en América del Sur (apenas uno hemos podido conservarlo), un muelle de aguas profundas, el único que existe en Galápagos, carreteras, edificios, etcétera. Obviamente no quedaron ni perros ni iguanas. Pasaron 60 años y el PNG, viendo que prácticamente no habían aumentado las iguanas en el islote, incluso hallaron las iguanas marcadas por el científico 60 años atrás, elaboraron un programa de crianza de iguanas terrestres, hasta tuvieron que inventar incubadoras que luego de grandes esfuerzos dieron resultados. Un amigo trabajador me conversaba que incluso la recogida de huevos no era tan simple porque las iguanas van cavando en la arena y cuando encuentran un obstáculo a veces retroceden varios metros para empezar de nuevo una nueva cuneta o varias, hasta encontrar un buen lugar. Con la asistencia de marinos aviadores y autoridades se llevó a Baltra o Seymour Sur el primer grupo de iguanas criadas con ayuda del hombre y luego otros grupos, donde hoy se las puede ver muy saludables. Una pena que dos jueces no quieran pronunciarse si sentencian o no al sujeto acostumbrado a cometer estos desafueros.