La depuración es larga y compleja, mientras unos se van otros se quedan con un silencio parsimonioso, pensando que la hora no les va a llegar. Esto le pasó al Presidente del supuesto primer poder del Estado, acérrimo defensor de la “década perdida” y de su líder R. Correa, autor intelectual de la Constitución de Montecristi, el hiperpresidencialismo y la implantación de un frágil sistema de control, al concentrar el poder en una sola persona.
El tiempo transcurre y caerán nuevos “mercenarios de la política”, producto de los problemas heredados. El Presidente Moreno fue enfático en señalar “Cuando uno comete un error debe saber afrontar las consecuencias”.
Así pasó con el exministro de Finanzas, claro, forma y fondo distinto, pero su hora también llegó, su ideología se encaminaba a mantener una economía con un “crecimiento artificial” en base a un mayor endeudamiento, de proseguir con un gasto exagerado y sin ninguna nueva iniciativa. A este funcionario como a otros, el viento se los llevó.
La tarea se prolonga, pero será más intensa para el Presidente, ya que persiste en gobernar con los mismos personajes que rodearon al Ejecutivo anterior, prueba de ello, el nombramiento y renuncia del ex representante del Ecuador en la ONU. Aleccionador, debería ser para el Jefe de Estado estos entretelones que no son claros para la sociedad, al estar sumergida en los avatares del juego político. Pero lo más rescatable del gobierno actual, que al pueblo no se le ofrece circo romano, sino que los actores implosionan desde adentro, a manera de una fuerza inercial, donde los personajes son reales y no ficticios, y ahora argumentan que sus acciones no afectan la gobernabilidad. Es claro que desean arrastrar las instituciones a sus intereses personales, sin sonrojarse y no darse cuenta que la base de nuestro desarrollo debe ser una institucionalidad con honradez acrisolada y una democracia fuerte. La voz de la historia así lo dice.