No hay nada más nefasto para un país, que sus mandatarios jueguen con la novatada y con la improvisación.
Esto lo ha sufrido el Ecuador durante una década y media. Mandatarios noveleros, enceguecidos con los títulos rimbombantes, como si el título fuera sinónimo de conocimiento. Allí tenemos resultados: obras mal contratadas (innecesarias o de pésima calidad), contratos de deudas con condiciones lesionantes a nuestra soberanía, preventas petroleras con inclusión de intereses.
Encumbramiento de novatos, disfrazados de PHD’s con tufos de gran autoridad en sus campos (incentivados por otros novatos que creen en el diploma y no en el conocimiento), pero con ejecutorias propias de su novatada. Allí se tienen instituciones que se creyó que por cambiar los nombres su efectividad iba a ser distinta: gran error propio de quien desconoce la tarea asignada.
Lo más grave es cuando uno de los novatos llega a la Presidencia de la República, los efectos son devastadores, esto lo conocemos como carencia del sentido de estadista.
Esto nos ocurrió desde el 2007, cuando irrumpió un ejército de titulados sin conocimientos prácticos a todos los niveles administrativos, actuaron como elefante en cristalería, deambulando sin rumbo y destruyendo lo que encontraban, buscando asesorías de otros novatos, para escribir, por ejemplo, una constitución que iba a “durar trescientos años” y que muy pronto, ellos mismo descubrieron que era un mamotreto a modificar de manera urgente. Las constituciones largas, tediosas, detallistas las hacen los tontos.
Sin embargo, enquistaron en la administración a personas fieles a rabiar, muchos de los cuales están allí todavía, que en algunos casos boicotearon y boicotean al gobierno que termina: administraciones de hospitales con el convencimiento de que los “administradores” sin conocimiento técnico ni experiencia estén en capacidad de manejar los hospitales. Vimos el fracaso estrepitoso durante la pandemia: falta de registro adecuado de pacientes (que originó pérdida de cadáveres), tarea esencial en un hospital. También se ha evidenciado en entidades técnicas, donde se ha experimentado con administradores en lugar de técnicos. He aquí, como ejemplos, solamente dos legados nefastos, de una gran cantidad de desaciertos.
El nuevo gobierno debe erradicar esta malhadada práctica, propia de tecnócratas mal formados, pero eso sí titulados elegantemente, pero sin la debida experiencia.