Para que sea un éxito la gestión del nuevo presidente, hay que votar por el candidato que esté apegado a un código de conducta, caracterizado por la rectitud, la probidad y la honradez, con acciones coherentes y que sea consecuente con lo que piensa, dice y predica; creando transparencia política para que sus gestiones den confianza a las inversiones, tranquilidad a la parte social y a la creación de leyes ágiles que ayudarán a disminuir los actos de corrupción, la malversación de fondos y bienes, la falta de información, pérdidas de dinero por falta de control, obras inconclusas donde se desconoce la contrapartida de los dineros entregados, entre otros, como ocurrió en la década anterior, que empobrecieron a nuestro pueblo, llevándolos a la angustia económica que hoy vivimos y a la inseguridad que campea en calles, plazas, mercados, escuelas y medios de tránsito nacional e internacional, sin que nuestras casas sean un completo refugio. La rectitud del nuevo gobernante, hará que funcione la ética, tan venida a menos, ya que se requiere del carácter y la disciplina, que luego de analizar los hechos, guíen hacia la libertad y la justicia.
Si bien la honestidad es un valor propio de los seres humanos, debe manifestarse con los principios de verdad, justicia e integridad moral. Contrapuesto a los hechos realizados en Octubre de 2019, donde agresores incendiaron el Edificio de la Contraloría General del Estado, con el fin de hacer desaparecer las pruebas de los actos dolosos cometidos por el gobierno anterior y personas relacionadas al socialismo del siglo 21.
Quienes miramos con estupor estos acontecimientos, tenemos ahora la oportunidad, a través de nuestro voto, de comenzar a enterrar todos los actos que comprometen el avance de relaciones interpersonales basadas en la confianza, sinceridad y el respeto, atributos de la decencia, el pudor, la dignidad, la rectitud y la honradez, virtudes necesarias para sacar al país de la postración en que se encuentra y comenzar a enrumbarnos hacia una vida mejor.