Hugo Chávez, como político y militar que era, logró politizar a las Fuerzas Armadas venezolanas a tal grado que su saludo es “patria socialista o muerte”, convirtiéndolas en la rama armada del Partido Socialista Unificado, activando, de esta forma, la bomba de tiempo más peligrosa para la democracia y futuro de ese país.
Es una de las mejor armadas de América Latina, lo que la vuelve más letal y menos profesional, toda vez que al politizarla los parámetros de ascenso y mando no son la calificación profesional, sino la sumisión partidista, el servilismo político, que pulverizan la disciplina castrense y convierte a esa institución armada en una inmensa masa gelatinosa de militantes armados, que en cualquier momento pueden iniciar cualquier guerra civil, cualquier masacre, contra cualquier pronunciamiento del pueblo que no convenga a sus intereses políticos e ideológicos.
Lo funesto, lo fatal es que no se ve salida a esta politización militar, porque la única salida sería la creación de una nueva institución armada basada en parámetros profesionales y esencialmente apolítico ¿y esto quién lo hará?
Ante este panorama castrense venezolano, y regresando a ver a nuestras instituciones militares, debemos sentirnos altamente orgullosos de su profesionalidad y apoliticidad que generan una gran sensación de protección de nuestros derechos, libertades y garantías ciudadanas, lo cual es producto de una formación sistemática en valores y principios esencialmente profesionales y humanistas, aunque no han faltado intentos burdos de politizarlas y colocarlas al servicio de intereses mezquinos, sin embargo su sólida formación ha logrado que prevalezca la institucionalidad en beneficio de la democracia y la convivencia ciudadanas.
No faltarán los facilistas que por obtener ascensos prematuros, se sometan a los intereses políticos de turno, esos deben ser extirpados antes que generen metástasis de descomposición e indisciplina. En todo caso gracias por ejercer el derecho a la resistencia a ser politizados por ilusos politiqueros.