Básicamente existen dos formas de financiarlo: aumentando los ingresos o reduciendo los gastos y, obviamente, conjugando las dos variables. En el primer caso, creando nuevos gravámenes o reformando algunas disposiciones con el objeto de atacar la evasión y/o la elusión tributaria. En el segundo caso, disminuyendo los egresos destinados a gastos corrientes o a inversiones.
Si se trata de la disminución de”sueldos y salarios”, se despediría a empleados y trabajadores, quienes al no contar con ingresos dejarían de consumir hasta los productos de primera necesidad, pues las tarjetas de crédito que Correa pensaba que son una fuente permanente de financiamiento, la realidad demostraría lo contrario. En este caso, la demanda del país bajaría afectando inclusive al sector productivo.
Tratándose de las inversiones, casi resulta “fácil” pero no recomendable posponerlas, porque se están represando algunas que podrían ser emergentes, a más del problema que se le crearía al siguiente Gobierno al aumentarse la presión política por no haberse atendido oportunamente varias obras.
Endeudarle al país más, tampoco sería serio porque el pago de los créditos contratados le toca pagar “al que viene atrás” y en términos generales a nuestros hijos y nietos, en lugar de cancelarlos nosotros.
Con este panorama quedarían solo tres fuentes de financiamiento: eliminar las “filtraciones tributarias” lo cual es de responsabilidad del SRI; recaudar toda la “plata robada” en el Gobierno pasado y/o cobrar a los vándalos que causaron millones de “daños” en las actividades económicas e instalaciones públicas y privadas, para que los causantes de estos desmanes no se escondan después de promover los alzamientos. Si se aceptan estas sugerencias, inclusive nos sobraría dinero.