La columna de opinión de Gonzalo Ruiz, del 27 de enero, contiene varias aseveraciones que desinforman a los lectores de EL COMERCIO:
El respetable articulista cuestiona como “curioso” que periodista Julián Assange pida ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que Ecuador cese el espionaje en su contra. Julián Assange no solo que ha tenido más de 7 meses de, prácticamente, un confinamiento en solitario (sin comunicaciones, ni visitas, salvo sus abogados), sino que siempre ha sido, burda y grotescamente, espiado por la empresa de seguridad de la embajada, con cámaras grabando cada movimiento de él y de sus visitas. Dado que no se trata de un reo, sino de un asilado político ¿Por qué no podría exigir respeto a su derecho a la privacidad? Gonzalo Ruiz hace referencia a los cargos que se le han imputado al personaje Roger Stone y afirma que “distintas fuentes llegan a presumir hackeos a sitios secretos por las habilidades del rubio australiano” ¿Distinta fuentes? Ninguna fuente seria, ni oficial, ha sugerido eso. Nadie siquiera ha acusado a Wikileaks de “hackear” información. Los cargos contra Stone son, entre otros, por haber mentido sobre su supuesta relación con Wikileaks y más bien evidencian que no hubo un canal entre esa organización y la campaña de Trump. El articulista señala que la presencia de Assange en la embajada debería concluir. Por supuesto. La ONU, que en 2 ocasiones ha fallado en favor del asilado, calificando su situación como una detención arbitraria y violatoria de derechos humanos, ha reiterado recientemente: “Es hora de que el señor Assange, que ya pagó un alto precio por ejercer pacíficamente sus derechos a la libertad de opinión, expresión e información, y para promover el derecho a la verdad en el interés público, recupere su libertad”.