Pude constatar personalmente el cuadro más denigrante que uno pueda imaginarse: grupos de jóvenes, hombres y mujeres, en un estado de ebriedad, causado por el licor y la droga, en muchos casos, obstaculizaban los andenes en gran bullicio, donde mezclaban gritos y palabras soeces, copaban las calles. En un convulsionado tránsito un muchacho de estos se paró en frente de un automóvil y con la palma de la mano golpeó el capó, ante la risa grotesca de sus amigos, el conductor del vehículo, sensatamente evitó hacer el reclamo.
Ante este cuadro dramático que nos muestra una generación proclive a la degeneración de hábitos sanos, se requiere que el Gobierno vuelva sus ojos a poner coto a negocios de este tipo que lucran cerca de colegios y universidades. El barrio La Floresta, que en la parte baja alberga cinco universidades, está continuamente acechado . Se espera que el Municipio obre con honestidad, con funcionarios incorruptibles, que no permitan que se instalen bares y discotecas.