Un grupo de políticos ecuatorianos y algunos familiares, desde el 16 de octubre, se encuentran en “condición de refugiados”, en la Embajada de México en Ecuador y gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Este gobierno lamentablemente se ha convertido, en protector y alcahuete de una caterva de deshonestos, acusados de delitos de sedición, violación a la libertad de expresión, de peculado, sobornos , etc., los mismos que, en el gobierno más corrupto e impune de toda la historia democrática y republicana del Ecuador, se llenaron la boca con la cantaleta de las “manos limpias, mentes lúcidas y corazones ardientes”, y que se cobijaron con la bandera del anacrónico “Socialismo del Siglo XXI”. Los que prometieron prosperidad, pero generaron pobreza: los que prometieron unidad, pero lograron odio y división, los que prometieron un mejor futuro, pero regresaron episodios oscuros del pasado.
¿Por qué se refugian?, ¿por qué se esconden?, ¿por qué huyen? Sino tienen nada que ocultar, que den la cara, como la hacen las personas decentes y valientes. Pero siempre repiten lo mismo, “somos perseguidos políticos”, ¡pobrecitos! No tienen otro argumento.
Por bien de nuestro país, los ecuatorianos honestos que somos la inmensa mayoría, aspiramos que esta situación, una verdadera vergüenza para Ecuador, se resuelva de la mejor manera, en un marco de amplio respeto por las libertades, los derechos humanos, la propia democracia y fundamentalmente en estricta justicia y más allá de acuerdos y tratados y el honor de un país y un pueblo que clama justicia.
Soy un adulto mayor de 72 años de edad y responsable de manera total y absoluta de lo que en esta carta expreso, porque el país a mí, sí me duele. Mi mayor anhelo es que mis hijos, mis nietos y generaciones venideras, hereden un país limpio, digno, altivo y soberano y libre de tanta corrupción.