En las últimas semanas los medios han entregado abundante información relacionada, desgraciadamente, con las agresiones sexuales a los estudiantes, acción perversa realizada por individuos descalificados. Esta expresión inhumana, irresponsable, sádica y morbosa es una demostración más de la pésima administración pública.
Al respecto se han vertido comentarios y opiniones pero la causa fundamental se encuentra en los cambios efectuados por el gobierno anterior sin fundamentación filosófica, axiológica, pedagógica y social.
El pénsum de estudios fue manipulado por intereses partidistas. Se suprimieron asignaturas esenciales: ética, moral, cívica, etc. y se olvidó la práctica de valores; resultado estudiantes sin capacidad crítica, sin libertad, acusados y juzgados como conspiradores. De un plumazo se abolió la ley de defensa profesional que garantizaba el ejercicio docente a los profesores, profesionales con vocación; en su lugar se reclutó como “enseñadores” a individuos de cualquier campo profesional. Con el pretexto de mejorar los salarios se acabó con la ley de escalafón y sueldos, ley que estimulaba la superación para avanzar de una a otra categoría con reconocimiento de la antigüedad y la experiencia. La evaluación se encargó a un extranjero y la administración y dirección del sistema educativo en manos de profesionales ajenos a la educación.
El profesor, el docente, el maestro, el profesional que se encuentra al frente de un grupo de estudiantes es una persona con mística, con compromiso de responder a su inclinación vocacional para educar, es decir, poner su capacidad en la formación e instrucción integrales de sus alumnos, en un marco de respeto, consideración y comprensión. Estos cambios son las causales para la decadencia de la educación en el país. Cómo esperar y pedir calidad si todo marcha a la deriva.