La corrupción en la FIFA no es nueva. Desde Guérin, pasando por Havelange hasta llegar a Blatter, muchos intereses políticos y económicos se han jugado, para llegar a ser una ONG mucho mayor que la Naciones Unidas: 209 países versus 193. David Yallop, en uno de sus libros, describe con lujo de detalles como gobiernos, a cambio de cargamentos de trigo, manipularon resultados y, para devolver el favor entregaban amañadamente campeonatos mundiales. O cuando algún dictador amenazó con fusilar a los jugadores del equipo nacional si no ganaban el campeonato ecuménico.
El mundo de las apuestas y auspiciantes socios de la FIFA son otros de los carcinomas que agobian a esta actividad. Y son parte fundamental del descalabro en este escándalo de corrupción. Han tenido que pasar 111 años (número mágico) para escarbar una pequeña parte de la descomposición que tiene esta organización. Chequeras que ganan torneos, asociaciones sometidas al mandato del gobernante y casas de apuestas en todo el mundo, desde donde se controlan muchoscampeonatos, para luego ‘amarrar’ los partidos.