No hace mucho, el Presidente repetía que las corridas de toros eran espectáculos anacrónicos donde “la burguesía maltrataba a los animales”, y que por ello no encajaban en el modelo de “país de paz” perseguido por la revolución. Se enorgullecía de que su Gobierno había logrado vencer a la corrupción incautando propiedades de la banca cerrada, y se indignaba de que antes los dueños de estos bancos hayan disfrutado de yates, mansiones y aviones, en perjuicio del pueblo ecuatoriano. Resulta contradictorio ahora, que el ex director de la AGD sea quien haga uso de los bienes incautados como sede para sus eventos sociales personales, y que en medio de estos festejos incurra en un acto tan contrario a los principios mismos de la revolución como es una corrida de toros, cuyo desafortunado desenlace ya todos conocemos. El accidente sufrido por Pedro Delgado no solo ha revelado el uso ilegal que se les está dando a los bienes incautados por la ex AGD, sino que también ha puesto en evidencia la doble moral con la que los funcionarios de Gobierno aplican los principios de la llamada revolución ciudadana, donde la violencia y la corrupción solo son eliminadas cuando son otros las que las cometen.