Es lamentable que el servicio público no sea considerado como tal, sino únicamente como plataforma de ejercicio del poder para beneficio propio o para denotar una de las peores características del ser humano, la prepotencia.
Ecuador durante 10 años vivió el constante ataque a todo aquel que pensaba diferente, se atacó a periodistas y medios de comunicación que a través del periodismo de investigación denunciaban actos de corrupción, de hecho se los procesó judicialmente, es decir un ataque concertado ocupando el aparato estatal para perseguir a todo aquel que fue considerado opositor. Es lamentable que nuevamente se pretenda tener una autoridad que desde su inicio en la actividad pública demuestra prepotencia, ataque y minimiza opiniones contrarias. El poder estatal lleva consigo el servicio por los demás, no el ataque, la humillación y el desprecio.
El cuestionado Consejo de Participación Ciudadana nuevamente está en el ojo del huracán, las desatinadas declaraciones de su titular revelan actitudes que Ecuador y el mundo las vivió durante una década y que generaron el rechazo de diversos sectores, sociedad civil, comunidad internacional, etc., sobre todo porque fue una estrategia de división y confrontación que hirió a la sociedad, generó desconfianza y enemistad como cortina de humo, pues mientras esto sucedía el país estaba siendo quebrado.
¿Me pregunto si la Participación Ciudadana debe llevar consigo la confrontación, la lucha de clases, la prepotencia, el despotismo y la imprudencia?
Por el bienestar de la democracia, los ecuatorianos debemos exigir transparencia en la calificación de idoneidad de las “autoridades”, al tiempo que debemos promover democráticamente la eliminación del Consejo de Participación que pretende convertirse en un gobierno paralelo, mediante mañosas prácticas centradas en la confrontación y el ataque.