Con motivo de celebrarse el Día internacional de la Palabra y, gracias a la “libertad de expresión” de la que en la actualidad gozamos, me permito hacer las siguientes acotaciones:
La palabra es el vehículo por el que, gracias a Dios, los seres humanos podemos comunicarnos, para expresar nuestros sentimientos, frustraciones e inquietudes. Por tanto, no es dable coartar estas libertades.
La palabra debe ser escuchada y respetada absolutamente por todos, incluyendo gobernantes, autoridades y más personajes que, eventualmente, ostentan el poder. Escuchada, desde luego, con detenimiento, analizada con lucidez, discutida con razones valederas y documentadas para llegar, finalmente, a un consenso satisfactorio para ambas partes; caso contrario se convertiría en un monólogo, en el que únicamente priman las ideas de una parte.
El diálogo es, a no dudarlo, el método más fácil para lograr un buen entendimiento y una excelente comunicación. Por tanto, es menester que en el ámbito político, se entablen diálogos permanentes entre mandatarios y mandantes para no incurrir en el pecado de convertirlo en un “diálogo de sordos” que no resuelve nada e incomoda a muchos.
A propósito, quiero agradecer a los medios escritos que, generosamente, brindan un espacio diario a sus lectores para poder expresar, en forma libre, nuestras ideas y las del pueblo, sin temor a restricciones ni represalias de ninguna clase… ¡He dicho!