La carrera no se elige a la carrera

Los bachilleres tienen el estrés y la tensión a flor de piel al culminar un largo período dentro del colegio al que sienten su casa, para despedirse y “aventurarse” a ese mundo exterior que los espera con infinidad de posibilidades para sus vidas; atravesar un sinnúmero de instancias donde se es evaluado y catalogado una y otra vez, y lidiar con las decenas de veces en que sus seres queridos y conocidos le preguntan: ¿Qué vas a estudiar?

En el país el tema vocacional aún tiene todo por desarrollar, y principalmente, la concepción de la familia sobre su rol en proceso. Nuestros talentos, intereses y aspiraciones se van definiendo según cada etapa de nuestro desarrollo y por ello, me parece por demás injusto que a un joven que solo ha estado entre la casa y el colegio por más de 15 años, un día se le exija una respuesta simple a una pregunta tan compleja.

Un gran comienzo es tener presente que a los niños hay que darles espacios para explorar sus intereses y destrezas desde que nacen: exponerlos a diferentes situaciones, relaciones y dinámicas. Que su formación académica básica no sea lo único a lo que se dedican en sus primeras etapas de vida y que los hobbies, espacios sociales, y contextos disruptivos sean estímulo para que con los años, parte clara de su propia identidad sean sus intereses e inclinaciones.

Trabajo desde hace mucho en una prestigiosa universidad y por ese motivo me permito compartir esta reflexión.  

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