Nuevamente el fanatismo, como peculiaridad privativa de la condición humana, se hace presente causando dolor. Ni la envidiable cultura europea ha sido capaz de “disciplinar” a quienes llegan a poblar estas urbes preñadas de historia y de una dimensión cultural exquisita, cincelada a lo largo de los años. En una metáfora literaria, nos figuramos a la Torre Eiffel, al Arco del Triunfo, a la Catedral de Notre Dame y al Museo Louvre, transfigurados ante la felonía de quienes consiguen agravar sus desequilibrios, a base de cobardes ataques y huidas despavoridas.
Los rostros en mármol de célebres personajes que hoy adornan El Panteón y que en su tiempo dotaron al mundo de un diversificado patrimonio, como Descartes, Víctor Hugo, Voltaire, Rousseau, Pierre y Marie Curié, Oscar Wilde, Honorato de Balzac, Louis Pasteur, Vincent Van Gogh…, de seguro mostrarán también una expresión de repudio ante estos sucesos. Lo ocurrido no es más que un atroz insulto a la cultura ecuménica.