La delincuencia en nuestro país
Últimamente Ecuador ha vivido un aumento de delitos violentos. La delincuencia en Ecuador está creciendo de manera peligrosa y esto no es nada bueno para las futuras generaciones; la tasa de homicidios en el 2021 era menor, pero comparando con el año 2022 los homicidios se han triplicado. La Policía Nacional del Ecuador ha realizado varias investigaciones para saber el motivo por el cual acontecen estos delitos y llegado a la conclusión de que se debe a la disputa de grupos criminales por el dominio territorial del narcotráfico a micro y macro escala; además de un porcentaje de personas que sufren daños psicológicos que los conlleva a cometer ciertos homicidios. Por esta razón, la delincuencia y la inseguridad se ha vuelto el principal problema para los ecuatorianos. A nivel gubernamental, la guerra contra las drogas se ha posicionado como la estrategia principal para enfrentar esta problemática. Sin embargo, los logros mostrados por el gobierno a nivel de incautaciones en 2021 contrastan con el elevado número de muertos que se le atribuyen a esta guerra. El gobierno parece ir perdiendo sistemáticamente la guerra contra la delincuencia y se ha convertido en un tema muy sensible políticamente; sin embargo, al Presidente del Ecuador se le está saliendo de las manos controlar estos casos de delincuencia y homicidios, porque esto en vez de disminuir cada vez aumenta y el panorama internacional para nuestro país es complejo dado los cambios políticos que se están dando en la región. Las recomendaciones internacionales sugieren que el tema de la impunidad y el control de armas son factores fundamentales para lograr reducciones significativas contra el crimen. Es ahí donde se deben establecer los esfuerzos de colaboración entre los países. De este modo, la delincuencia organizada actualmente es un problema grave que afecta tanto los intereses individuales, como colectivos, y que además ponen en riesgo la seguridad de toda la humanidad.
Meggan Muñoz
Experiencia
Existen muchos tipos de enfermos, y unos que sufren más que otros. Pero me tocó vivir, como Médico Residente de la Unidad de Quemados del Hospital Luis Vernaza, hace muchos años, la experiencia con aquel grupo de pacientes que no solo sienten en su piel la agresión de ese escultor maldito que es el fuego, sino que también sienten en su espíritu, la más profunda de las tristezas. El gran quemado necesita -además de la dedicada atención que le brinda el personal que labora en tan importante área especializada-, de la presencia de personas que los apoyen anímicamente, aspecto que muchas veces es olvidado. Del gran soporte espiritual que se les brinde; de la constante preocupación hacia ellos; de las visitas frecuentes y de pequeños obsequios que se les hagan, depende muchas veces su restablecimiento. Muchos jóvenes, que en algunas ocasiones no saben en qué utilizar su tiempo, podrían acudir en la ayuda de estos seres que son víctimas de las quemaduras. Les harían un enorme bien.
Mario Monteverde Rodríguez
El excesivo brillo de las ceremonias
No más excesos en ceremonias públicas. Ecuador precisa, acorde a su realidad, austeridad en todo sentido. No a excesos en inauguraciones que no agregan valor. El líder se mide no por la capacidad de ejecución presupuestaria, que es la que justifica inaugurar obras, sino por un liderazgo real, como por ejemplo lograr, en la ciudad, que la gente recicle; o que la movilidad alternativa se mueva con más seguridad; que motociclistas tengan carril exclusivo y se evite accidentes; que haya cero incendios en bosques; que los agentes de tránsito y control sean verdaderos amigos de la comunidad, etc. O, para el caso del gobierno central, que se consiga que todo profesor potencie, con amor, en cada estudiante su vocación; o que cada médico atienda con paciencia y calidez a sus pacientes; que no haya tráfico de especies silvestres; que haya verdadera rehabilitación social; que todo barrio pobre sea integralmente mejorado. Hay que encontrar a esos líderes para las ciudades y para todo el Ecuador.
Diego Fabián Valdivieso Anda
¿Elecciones o qué mismo?
Es curioso como al ojo ciudadano cada vez se le hace más fácil aceptar lo banal como si fuera normal; hoy aquello se infiltró en la política y las elecciones están más cerca de un concurso de popularidad que de proceso institucional democrático con un alto sentido de responsabilidad social.
Los candidatos desfilan por pasarelas virtuales, ofreciendo desde bebidas alcohólicas hasta un burdo espectáculo de baile, ¿en busca de qué?, ¿en serio un voto lo vale? Estamos a solo semanas de entregar la estabilidad de la administración pública a una feria de talentos; los debates se llenan cada vez más de acusaciones que de soluciones; las plataformas digitales están lejos de formalizarse con la política y, al contrario, es la política la que cada vez sucumbe a una espiral de exhibicionismo donde solo importa quien baila mejor el ritmo del momento. ¿Es acaso triste? No sé, ¿indignante? Quizá un poco, ¿Subjetivo? Mucho.
A este paso, las siguientes elecciones serán transmitidas a manera de reality show (con patrocinio incluido); el pueblo votará por quien abandona la casa y el que quede al final, se gana el cargo. Mejor no hablo muy alto. Queda en manos de nosotros ver que se cumpla lo menos dañino para el futuro político del país; ‘lo mejor’ no se puede decir, porque puede pasar cualquier cosa. Solo falta un candidato que diga: “haiga”, quizás lo hay… Por eso me aferro a la primera idea. Hagan un voto consciente, este país aún puede salvarse.
Andrés Elisseo Mancero Mosquera