Sí tenemos un verdadero candidato presidencial
El régimen dictatorial que azotó al Ecuador durante la década perdida, cuya “obra máxima” fue contaminar de corrupción las instituciones y organismos de control del Estado, continúa echando coletazos en su desesperado afán de mostrarse con vida, mientras el Ecuador se esfuerza por tratar de recuperarse de la debacle ocasionada.
Se afectó tremendamente al Poder Judicial, con una mayoría de jueces y fiscales corruptos, que, en “honor” a sus arreglos bajo la mesa, dan de coces a las leyes y reglamentos, y reparten habeas corpus y boletas de libertad a contumaces delincuentes, violentando el respeto a la ciudadanía que, trémula e indefensa, los observa.
Por otro lado, tenemos al estrato social desprotegido, compatriotas nuestros que se debaten entre el hambre y la falta de oportunidades de acceso a la educación y menos aún al conocimiento; que no conocen ni entienden el concepto de democracia, y que, por tanto, no les interesa, pues les da lo mismo vivir con o sin ella, y penosamente se convierten en presa fácil de los politiqueros demagogos y corruptos. Esta situación torna imprescindible que el próximo gobierno incluya en el presupuesto general del Estado, las demandas de este conglomerado.
El Ecuador requiere urgentemente un mandatario con los atributos de Fernando Villavicencio, ciudadano valiente y honesto, quien conoce -porque ha investigado de forma responsable y profunda todas las ramificaciones de la corrupción en nuestro país- y por ende sabe cómo combatirla, cómo recuperar los miles de millones de dólares atracados al Tesoro nacional, cómo preservar las riquezas naturales que todavía existen en nuestro territorio. Cuenta, según sus declaraciones, con el decidido apoyo de las FF.AA. ecuatorianas, de las FF. AA. Estadounidenses y de la Unión Europea. De lograrlo, habría dinero suficiente para enrumbar y asegurar un futuro promisorio para todos los ecuatorianos.
Leonardo Cueva Piedra
La confianza en los líderes políticos
No hay nada peor que alguien traicione la confianza que se deposita en él.
Es imposible confiar en personas que imponen intereses mezquinos por sobre los intereses de quienes depositan la confianza en ellos. Es imposible confiar en quienes no les importa romper las reglas, jurídicas y morales, para alcanzar sus fines.
¿Puede alguien actuar en política cuando no le importa romper el orden jurídico para conseguir sus fines? ¿Puede merecer la confianza del electorado quien, creyéndose hábil, políticamente hablando, induce a profesionales de moral débil, a buscar resquicios legales indecentes, o, a actuar, abiertamente, en contra de disposiciones legales vigentes? ¿Puede merecer la confianza del voto ecuatoriano quien no le importa sobornar a un juez, de la manera que fuera, para que emita sentencias ilegales a su favor?
¿Puede un hombre de honor, recurrir a jueces der pequeños pueblos, para con artimañas o sobornos, conseguir sentencias a su favor, aún en contra de disposiciones legales claras?
Lo estamos viendo con actuaciones y sentencias de jueces de Manglaralto, Yaguachi, La Concordia, Santo Domingo, Quinindé y otras localidades, pequeñas y en la mayor parte, con jueces que no son competentes para los casos, atribuirse esas competencias, amparados por una mediocre interpretación de las leyes. Y lo que es peor, apadrinados por otros más mediocres, de la administración de justicia.
Hay líderes políticos (¿?) que aplauden estas acciones, que en su mediocridad creen que son triunfos políticos, y que tiene como meta destruir un sistema judicial creado por ellos mismos.
No son más que delincuentes disfrazados de demócratas, ladrones con antifaz de víctimas, con sentencias completamente ejecutoriadas, que siendo líderes políticos están obligados a respetar.
No son merecedores de nuestra confianza, pues si ahora atropellan leyes creadas por ellos, ¿qué harán mañana con otras disposiciones legales? Ya los vimos negándose a jurar por la constitución, en un alarde de soberbia y prepotencia, aplaudida por fanáticos de mentalidad retrógrada y estacionada un siglo atrás. Hoy han vuelto a la carga, burlándose de leyes a las que todos estamos obligados a cumplir y respetar, pero a ellos, con ideas fijas, propias de mentes no cultivadas, les importa un bledo la vigencia de esas leyes.
No hay que confiar en los traicionan sus propias palabras, cuando denostaron de un congreso plagado por personas de la farándula, no pusieron candidatos, para luego, a la primera oportunidad, asaltar a la Asamblea (cambiada de nombre por ellos) con el mismo tipo de miembros: faranduleros, futbolistas semianalfabetos, profesionales mediocres, y gente de baja ralea, vulgares y burdos que fueron a denigrar el cuerpo legislativo más de lo que estaba, en aquellos que destrozaron el sistema político ecuatoriano (aún más) cuando con una pésima interpretación de democracia, redujeron a cero los requisitos y calificaciones de los candidatos, para tener la oportunidad de encumbrar a verdaderos ignorantes (su calidad de aliados) a posiciones de mando, para manipularlos en función de sus protervos intereses.
NO, NO CONFIEMOS EN ELLOS.
José M. Jalil Haas