Como un cáncer que devora la democracia, algunos países latinoamericanos están enfermos por la fiebre de poder, que modificando constituciones y leyes, han puesto en vigencia la reelección para mantener en el poder a gobiernos de corte populista-socialista. Ecuador es un claro ejemplo de esta moda que a pasos firmes e intensos está destruyendo la democracia, coartando las libertades y sumiendo a su pueblo en una utópica caduca doctrina, que ya demostró en el siglo XX a todas luces su fracaso, dejando una gigantesca estela de miseria, dolor y retraso.
Seductora doctrina que con el paso de los años y ya con el daño causado, pondrá al descubierto que, haber creado un Estado todopoderoso, nos sumirá en el más grande estancamiento y retroceso, sometiendo a nuestro pueblo a la miseria, hambre e ignorancia. Bastan pocos ejemplos. Cuba con el dogma presidido por los hermanos Castro es el más claro ejemplo de un país fracasado luego de 55 años de reelecciones continuas. Venezuela es otro ejemplo más reciente.
Todavía hay esperanzas de que el pueblo madure y evite que este cáncer destruya a nuestro Ecuador.