El domingo 4 de noviembre, con mucha ilusión, invité a mi esposa, hija y nieta a pasear por Quito en el bus turístico del Municipio. Me precio de conocer la ciudad y sus monumentos históricos y talvez eso hizo que mi desilusión sea enorme. Partimos de la avenida Naciones Unidas y llegamos al antiguo Hospital Militar y a la Basílica recorriendo calles secundarias por atrás de la antigua Escuela Espejo.
Luego de unos minutos de observación bajamos por la Benalcázar, cruzamos por la plaza de San Francisco y llegamos al Panecillo, convertido en un desagradable mercado, no solo de artesanías. De los servicios higiénicos, mejor no mencionarlos, no tenían agua. La vuelta al punto de partida fue por la perimetral Mariscal Sucre.
Los turistas extranjeros, que habían muchos, seguramente se preguntaron ¿cuál era nuestro monumental Centro Histórico, Patrimonio de la Humanidad, en dónde estaba el Palacio de Carondelet, La Compañía, Santo Domingo, San Agustín, la Catedral?, por mencionar unos pocos ejemplos. Le pregunté al guía la razón de ese recorrido y me dijo que era porque los domingos se abren las ciclorrutas. El Municipio, en mi criterio, debería dar prioridad de circulación al bus o suspender los paseos ese día.