Definitivamente, el Bono de Desarrollo Humano se ha convertido en algo así como un patrimonio común de los últimos gobiernos. Desde su promulgación, no han existido más que intentos demagógicos por perpetuar su existencia. Mahuad se encargó de patentar la idea,
y sus sucesores en el poder la desarrollaron, aumentaron y maquillaron como ayuda humanitaria, cuando siempre ha sido el mayor remiendo de la omisión estatal.
El bono y sus efectos no hacen más que crear un sistema parasitario, entre los ciudadanos y el Estado. No puede ser una herramienta de demagogia ante la necesidad de clientelismo electoral. ¿Cómo puede pretenderse satisfacer una obligación pública, mediante el uso de fondos privados? Con seguridad, se violará el sigilo bancario y el Estado tendrá acceso ilimitado a nuestros datos, cuentas y ahorros, pues como sabemos, siempre es más fácil gastar el dinero ajeno. Que sería de los políticos si no hubiese pobres.