Siempre he considerado que es complejo ser mujer. Claro que es mi visión como hombre, precedida de historia, tradiciones, formalidades y modelos. También, por supuesto, observo a diario las actitudes de un machismo secular, egoísta y prepotente que, prevalecido solamente por la fuerza, ha pretendido marchar adelante siempre en los caminos iguales de la especie humana.
¡Qué ironía!, nos antecede una mujer que nos trajo a la vida, otras mujeres que fueron compañeras y amigas en el crecimiento, luego esposa, hijas, nietas que jamás podían entrar en nuestro cobarde y mezquino concepto de superioridad e incluso agresión. Sin embargo, como señores feudales, nos asiste la preeminencia del varón, el irresoluto concepto de “pesar más” en la balanza de la naturaleza vital del planeta.
No es así. Lo demuestran los hechos significativos de mente, espíritu y corazón. Lo confirma el avance incontenible de la mujer en todas las áreas anteriormente vedadas: educación, independencia, política, creatividad… libertad. Con todo respeto, me permito decirles cuánto las admiro. Dios las bendiga.