Si los habitantes del planeta Tierra continuamos estropeando a la naturaleza de la forma como lo estamos haciendo desde hace miles de años, lo único que lograremos es que la naturaleza termine reaccionando de la forma como ya está ocurriendo y termine acabando con todos nosotros. Lo que denominamos progreso, civilización, auge económico y cualquier término similar, no es más que un sinónimo de destrucción, contaminación y trastorno del medioambiente.
Ahora más que nunca quemamos petróleo, nos pone felices de lo que hacemos porque a eso llamamos bienestar. En lo que se relaciona con nuestro país, las chimeneas de las fábricas y los tubos de escape de los vehículos, sobre todo de los buses urbanos y rurales, arrojan cantidades de gases venenosos, los cuales están en proceso de eliminar la capa de ozono.
El mundo y sus habitantes vamos en un irremediable camino a la autodestrucción. Los ecuatorianos tenemos el campeonato mundial para destruir al planeta, ya que talamos más de doscientas mil hectáreas de bosque natural anualmente y apenas somos capaces de reforestar unas tres mil hectáreas. Además, el agua de los ríos recibe todas las heces fecales de las ciudades. Así acabaremos sucumbiendo a nuestra comodidad y la incapacidad de las autoridades que deben preocuparse del medioambiente.