Al leer la columna ‘Abortar para vivir’, escrita por el señor Jorge León, he sentido un profundo dolor al ver cómo se puede desorientar, especialmente a la juventud, en una época que clama la educación en valores.
Eso de tomar a los hijos no como lo que son, sino como una molestia, puede ser fruto de
alguien que no tiene hijos, que no ha experimentado la bendición de la paternidad o alguien que perdió la capacidad de maravillarse de los tesoros que tiene la vida, como son los hijos.
Adjunto el pensamiento de José Saramago:
“Hijo es un ser que nos prestaron para un curso intensivo de cómo amar a alguien más que
a nosotros mismos, de cómo cambiar nuestros peores defectos para darles los mejores ejemplos y de nosotros aprender a tener coraje”.
Sí, ¡es eso!
Ser padre o madre es el mayor acto de coraje que alguien puede tener, porque es exponerse
a todo tipo de dolor, principalmente de la incertidumbre de estar actuando correctamente y del miedo de perder algo tan amado.
¿Perder? ¿cómo?
No es nuestro, ¿recuerdan?
Fue apenas un “préstamo”.
Cierto, pero es un préstamo que llega a convertirse en el don más preciado que jamás llegamos a tener en el efímero tiempo que dure el empréstito.
Un préstamo por el que damos la vida, sabiendo que hay que devolverlo.
Un préstamo sin intereses pero cuyo cuidado lleva implícito ¡el más alto sacrificio y la defensa más sólida! Cuida tu ‘préstamo’, muchos lo querrán, otros lo odiarán, ¡Sin embargo para ti no tiene precio!