Entre las películas nominadas a los Oscar está una que no trae mucha publicidad y, de hecho, un estreno próximo en Ecuador no está anunciado. ‘Whiplash’ tiene ese look de película independiente. Cuando uno busca los antecedentes de ella se encuentra con que la cinta inicialmente no tenía fondos para producirse. Damien Chazelle, el director y escritor del filme, la convirtió en un corto y así participó en el Festival Sundance en el 2013; ganó y logró el dinero para la gran producción.
La segunda anécdota histórica es que se ha convertido en una de las producciones menos taquilleras en ser nominada a Mejor película en los Oscar (en total tiene cinco nominaciones). Dos antecedentes que pudieran ser puntos en contra para esta historia sobre las obsesiones.
Sí, la obsesión por encontrar la perfección en la música; en la ejecución de la batería de jazz. No es una película estructurada a lo Hollywood. No, no es un filme en el cual el maestro enfrenta a una clase conflictiva o a un estudiante problemático. No es de esas películas con un final esperado ni tiene moralejas de superación. Y aún así es una gran película; incluso mejor que otras nominadas, pero peca por no tener la publicidad de sus contrincantes.
¿Por qué es de obsesiones? Porque Andrew (Miles Teller), un estudiante de batería, quiere tocarla a la perfección y Fietcher -el director y profesor de un grupo de jazz– es aún más perfeccionista. No es una película de héroes y antagonistas, es una de amor al arte, a la música pero ese amor es subjetivo y por eso nadie tiene la razón. Andrew intenta igualar los tiempos que Fietcher (J.K. Simmons) impone y él es tan duro que hasta le cachetea para marcar la velocidad de su joven aprendiz de músico. De esas características son las escenas de ‘Whiplash’.
La relación maestro-estudiante no puede ser de antagonistas, sí de disputas por la superación y cada uno escoge el camino para lograr sus objetivos. Con esa premisa están construidos los personajes; sin lealtades mutuas pero sí con apasionamientos por la música. Claro, el apasionamiento tiene debilidades cuando se mezclan sentimientos más terrenales como el ego; ni siquiera el amor.
Aún así –y aunque suene contradictorio- la película es más terrenal, más cercana a la cotidianidad de dos personas que aman la música y no aman nada más. Tal vez por eso no gane como Mejor película en los Oscar.