Comentarista,
@guapodelabarra
Dejemos de lado los problemas de relaciones públicas del ‘Bolillo’ Gómez causados por su inconmensurable boca y concentrémonos, al menos por unos días, en las conclusiones que pueden sacarse de los dos recientes y sumamente pésimos amistos de la Selección.
Uno, el esquema. El famoso 4-3-3 que desea el ‘Bolillo’ no ha cuajado porque no le funcionan los jugadores. Necesita tres mediocentros, uno posicional articulado a los centrales y lanzando cambios de frente, y los otros dos son destructores de juego rival y creadores de jugadas. El problema es que Carlos Gruezo no tiene la prestancia para desempeñarse como el posicional. Cristhian Noboa encaja mucho mejor.
Dos, Gruezo tiene suerte. O un estupendo agente. Si Kiruba tuviera el agente que tiene Gruezo, el grupo estaría en el Madison Square Garden. Pero ya es momento de dejarlo ir.
Tres, ya hay centrales. La mancuerna de Achilier y Arboleda es la mejor posible para la Tricolor. A pesar de los claroscuros de Achilier, como el balón que rifó en el duelo con Estados Unidos y que costó el gol, se trata de la mejor pequeña sociedad de la era ‘Bolillo’.
Cuatro, cada uno en lo suyo. Es verdad que no abundan los futbolistas ecuatorianos con el nivel para jugar en las grandes ligas de Europa, pero tampoco estamos en una situación de tanta carencia como para improvisar en varios puestos. Renato Ibarra, por ejemplo, es volante por derecha, así que no debe estar en la izquierda. Tampoco es un 9. Asimismo, Ángel Mena lleva toda su carrera jugando por la derecha a perfil invertido, así que resulta hasta ofensivo que se lo mande a la izquierda. A este paso, Bolillo es capaz de mandar a Alexander Domínguez de punta y poner a tapar a Antonio Valencia.
Cinco, el nivel de los laterales. ¿Cuál es la diferencia entre Juan Carlos Paredes y Beder Caicedo? Sencillo: uno tiene poco nivel y el otro ni siquiera tiene nivel. No deberían volver.
Seis, los atacantes. Énner Valencia y Felipe Caicedo son los únicos imprescindibles en la Tricolor. Sin ellos, el ataque prácticamente no existe y Ecuador se convierte en un equipo meramente defensivo. Lamentablemente, Énner es propenso a las lesiones y ‘Felipao’ está dolido con la hinchada. Ecuador no tiene otros delanteros de ese nivel. Y dejen de mirar tanto a Leonardo Campana: él es el futuro, no el presente. Al menos, no todavía.